Él

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Él
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Ella explotó en sonoras carcajadas, llamando inmediatamente su atención y vio que se lanzaba a los brazos de otro y repentinamente sintió ganas de ir ahí y restregarle que él era el único que la hacía sentir de verdad, cerró sus puños y se concentró en la chica que estaba en su regazo, le envió una media sonrisa esa que le gustaba a ella y la besó profundamente, intentado sacarse de la cabeza los penetrantes ojos azules y el risueño rostro de ella, con su mente preguntando a gritos una vez más si algún día otra persona podría causar algo parecido a lo que ella te ha obligado a sentir. La besó intentando quitarse el recuerdo de la única mujer a quien podría amar. Siente odio revolver sus entrañas pero en el fondo sabe que no es más que celos. Y detesta que eso suceda.
Vuelve a escuchar su voz y sin poder evitarlo sonríe alzando su mirada hacia donde ella estaba para encontrarla en el suelo con dos de sus amigas encima y con ese… otrohaciéndole cosquillas. Pone sus ojos en blanco y se muerde la lengua para que su mente traicionera no exprese que ambos la pasaban mejor solos. Solos. Sin nadie que se interpusiera entre la extraña pasión que se desataba entre ambos. Ella jamás era capaz de negarse al calor que él le brindaba.
Su corazón se dispara lleno de incomodidad al darse cuenta que su novia le está mirando con frustración, sonríe sin mirarla directamente y se encoge ligeramente de hombros, aunque suene frío e insensible cuando comenzó a salir contigo sabía perfectamente que jamás serías capaz de amarla. Jamás le importó, así que no te tragarías ese escándalo ahora.
Suspira, profundamente cansado, y se levanta de golpe, haciendo una débil mueca de molestia al ver que la atención de nuevo estaba centrada en ti. ¿Qué acaso la gente no tenía nada más que hacer? Sube los escalones de dos en dos, ignorando el temblor ansioso de sus manos al sentirla tan cerca, sin embargo, pasa por su lado con frialdad, ignorando las miradas asqueadas y molestas de sus amigas y amigos. Esos que dicen apoyarla y que solo desean meterse en su cama. Arruga la nariz ante ese pensamiento pero entonces su estridente, pero asombrosamente agradable voz, interrumpe tus divagaciones.
¡Ey, hola! –exclama recostada sobre uno de ellos, sonriendo con su habitual felicidad, pero a ti no te engaña, sus ojos están ligeramente maquillados, algo que demostraba que había llorado. La miras fijamente, después de todo aun no te acostumbras a que ella te hable con tanta naturalidad, como si lo que hubiesen vivido no importara en nada. E importaba, maldita sea.
Hola –respondes con brusquedad antes de encuadrar tus hombros y seguir subiendo hacia tu salón.
¿Todo bien? –pregunta ella cogiendo tu mano y mirándote fijamente, tu deseas gritar y jalar tu cabello y decirle que no, que nada absolutamente nada estaba bien, pero tu orgullo puede más y te inclinas con una sonrisa ladeada.
¿Te importa?
Eres mi amigo. –responde ella con un deje de incomodidad, ríes amargamente y sostienes su mano, haciendo pequeños círculos con tu pulgar y por fin admites, obviamente solo para ti, que desde el principio querías ir ahí solo para tener un poco de su atención.
No. No lo soy –dices sin dejar de verla a los ojos, ella parpadea lentamente antes de retirar su mano con brusquedad y girarse, ignorándote. Ríes con claro sarcasmo y continúas con tu camino, satisfecho de poder al menos robar un par de sus pensamientos. Feliz por haber quitado un poco de su felicidad, para poder sentirte un poco mejor tú.
Y con eso, silenciosamente no por parte de ella porque es una escandalosa, ambos pueden seguir adelante con esa extraña relación que habían creado, haciendo oídos sordos a los cuestionamientos de las personas externas al mundo que habían creado solo para ellos.
Los enfrentamientos son cada vez más cercanos y peores. Últimamente duelen más. Y a pesar de lo mucho que se extrañan no darían su brazo a torcer.
Y por esta vez, tú ganas.