Ella
~*~
Ella
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Ves como la besa con sus ojos fijos en ti y por un instante después de limpiar el recuerdo de
sus labios contra los tuyos deseas
plantarte frente a él y burlarte por intentar sacarte celos de esa forma tan
infantil pero es cuando recuerdas que tú haces exactamente lo mismo. Cuando
sus manos se deslizan bajo la falda de esa putaobre chica, inspiras
profundamente y te levantas sonriendo con tranquilidad ignorando las miradas y
cuchicheos que se expandieron ante ese insignificante movimiento y le indicas a
tus amigos que irías al baño, ellos asienten medios aturdidos por tu repentina
salida, pero no te molestas en dar explicaciones. Lo único que te mueve es la mirada
de Él.
No odias a
la chica ‘de turno’, de hecho sientes un poco bastante de lastima,
y sabes que el sentimiento no es mutuo. La chica simplemente desea tu muerte. Empujas
tu cabello y sonríes amistosamente a un par de personas antes de armarse de
valor e ir a saludarlos.
Él te mira, como siempre,
con esa mueca de incomprensión y eso está bien. Prefieres que no te comprenda, que
se frustre y que te repita que te odia antes de verlo deprimido y roto.
Sonríes y le quitas cariñosamente un mechón de cabello que se interpone en su
visión antes de lentamente inclinarte y posar un suave y casto beso en su
mejilla. Ambos saben que dudaste y que deseabas, una vez más, besarlo. Por eso
te enderezas rápidamente y sonríes hacia la otra
dándole un efusivo ‘buenos días’.
— ¿No ves que estoy ocupado? –pregunta
él alzando su ceja izquierda. La que tiene perforada. Tu mente viaja con
rapidez al día en que lo acompañaste a hacerse ese pircing, porque era tú
capricho, no el suyo. Empujas
el dolor que te causaron sus palabras y no permites que tu sonrisa se tambalee
antes de colocar sus manos sobre sus caderas imitando la conocida pose de su
suegra. Ex suegra.
—Eres un
bastardo mal educado. –espetas con brusquedad antes de girarte y caminar con el
mentón alzado hacia donde te están esperando. Él no la detiene.
Nunca lo hace, pero eso no evita que duela. Subes las escaleras demostrando
calma cuando la única cosa que quieres hacer es girarte y refrescarle un par de
cosas. Por ejemplo, lo loco que se volvía un simple aliento sobre su cuello.
Ríes, aunque tu mente
está centrada en él y hablas amistosamente con las chicas aunque no tienes
idea de lo que dices. No te quejas cuando tus amigos te
abrazan porque nadie se da cuenta de lo mucho que te incomodan esas cosas y
tu sonrisa se mantiene en su eterno lugar pero lo único que quieres hacer es romper a llorar
y lanzarte una vez más a sus brazos.
No notas
las miradas expectantes y curiosas que te envían tus amigos hasta que alguien
toca tu hombro, te giras y te encuentras de frente con un guapo chico. En lo
primero que te fijas es su pircing, en
la ceja derecha, y luego en sus
seductores y carnosos labios. Piensas que son besables, demasiado para tu
salud mental, en especial cuando sonríe justo como ahora… con burla.
El extraño
chico dice algo a lo que respondes con un balbuceo sin sentido. No eres tímida,
pero ese chico tenía algo que le ponía nerviosa. Sorprendida, te das cuenta que
es la primera vez que te sucede, porque ni él
causó esa reacción en ti.
— ¿Me dejas
pasar? –preguntó el desconocido con clara diversión por su despiste, asientes,
aturdida y antes de poder moverse es empujada sin consideración. La única que suele hacer eso va colgada del
brazo de él. En otra
ocasión, eso te habría enfurecido o pensarías en lo patética que es, pero esta
vez te hizo chocar contra el ‘chico besable’ quien debe sostener para no
caerte. Él pasa por tu lado, dándote una mirada despectiva, y repentinamente
tienes ganas de romper a reír. De pura e hilarante felicidad.
Porque aunque
sus estúpidas escenas para sacarte celos funcionan, tú no lo demuestras. Él en cambio…
Él sigue fallando en esconder sus reacciones.
En silencio, ambos saben que ella fue la que ganó esta vez.
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